Todos sabemos que el alcohol causa daño al organismo pero no sabemos exactamente cuál es el recorrido que hace por nuestro cuerpo y cuáles son sus efectos.
Analicemos brevemente lo que ocurre. Desde que se bebe un trago el esófago se irrita y al llegar al estómago, el 20 por ciento es absorbido. En este momento puede aparecer la gastritis y la úlcera. Luego pasa al intestino delgado donde se completa su absorción y en dos minutos llega a la sangre, en donde puede permanecer durante varias horas, llegando a su nivel máximo de 30 a 90 minutos y a su eliminación entre ocho y 10 horas.
Ya en el torrente sanguíneo se distribuye por todos los órganos afectando especialmente el cerebro y el hígado, que es el responsable de su metabolización con una capacidad de 20 a 30 gramos de alcohol por hora. Por encima de este nivel afecta la célula hepática llegando con el tiempo a fibrosarla y produciendo la famosa cirrosis.
El responsable de tanto daño es el etanol. En las intoxicaciones agudas su acción y absorción depende de varios factores como la presencia de alimentos en el estómago, la cantidad y características de la bebida consumida, la masa corporal, el sexo, el tejido adiposo y la velocidad de ingesta.
Existen estudios que sugieren que el consumo moderado (1-2 copas al día) tiene un efecto positivo sobre los lípidos, principalmente porque eleva los niveles del colesterol bueno (HDL) y disminuye la capacidad de adherencia de ciertas sustancias que producen o facilitan la ateroesclerosis.
Sin embargo, hay más efectos negativos. El sistema cardiovascular se ve acelerado produciendo alteración en el tono vascular periférico por incremento de sustancias como el cortisol, renina- angitensina, problemas con el magnesio, calcio, sodio y potasio. Esto produce en el bebedor crónico o susceptible un aumento de la presión arterial y arritmias cardiacas, dejando como consecuencias un corazón dilatado (‘miocardiopatía alcohólica’).
Los derrames cerebrales hemorrágicos también son muy comunes con el exceso de alcohol.